La gente me pregunta cuál es el juego al que no jugarías con un alumno. Mi respuesta es que jugaré a lo que ellos ya estén jugando; quiero encarnar Juan 1:14 e ir donde ellos están. Por ejemplo, si están jugando a Grand Theft Auto, iré con ellos y les mostraré lo que es jugar a ese juego como un cristiano positivo. El objetivo no es promover el juego, sino llevarlos a Cristo. Con el tiempo, los gustos de los jugadores cambian y pasarán a otros juegos. Como los cristianos no estamos llamados a ser del mundo sino en el mundo, vamos a donde está el jugador para poder guiarle a Cristo. Si te repugna la idea de ver un anime o jugar a un juego que muestra violencia, alégrate de que haya gente que vaya allí para alcanzar a otros.

Los deportes electrónicos y los videojuegos requieren una buena forma física, gestión emocional y conexión social, lo que los convierte en un campo ideal para explorar la relación entre los aspectos físicos, mentales y relacionales de una salud mental positiva. Aunque el juego puede ser estresante, también proporciona una sensación de logro, permite a los jugadores explorar nuevas identidades y perspectivas y fomenta las comunidades sociales en línea. Al reconocer y alimentar estas conexiones, los jugadores pueden desarrollar resiliencia y mantener el bienestar físico y mental. Estos beneficios crean relaciones sólidas y de apoyo dentro de la comunidad de jugadores. Los equipos de deportes electrónicos también proporcionan a los jugadores un sentido más profundo de pertenencia y comunidad, y les brindan la oportunidad de desarrollar habilidades de liderazgo y trabajo en equipo.

"Como pastor, veo esto en la juventud, con un número de jóvenes tan adictos que ha creado todos los problemas como aislamiento, incapacidad para comunicarse, problemas de concentración, conflictos familiares y comportamiento disruptivo".